‘Enquanto a Guerra durar’ foi a frase-chave para que Francisco Franco quase se eternizasse no poder, em Espanha. Os militares pareciam não entender-se quanto à necessidade de terem um ‘caudillo’, nem em que termos deveriam nomear um líder. E terá sido esta a frase que desbloqueou tudo. Porque Franco parecia estar certo de que só uma guerra longa poderia ‘limpar’ o país, e colocar-lhe essa causa (bem como o próprio país) nas mãos. E, enquanto a guerra durava, ou melhor, enquanto a guerra começava, havia, em Salamanca, quartel-general de tudo isto, um reitor da Universidade que não conseguia lidar com o silêncio. Que precisava urgentemente de argumentar, discutir, irritar-se, até sorrir e verificar que nem todos temos de pensar da mesma forma, desde que pensemos bem, como deve ser. Era Miguel de Unamuno. E, no último discurso que fez enquanto reitor, pouco antes de morrer, no ‘Dia da Raça’, que tanto criticou, em poucas palavras disse praticamente tudo. ‘Vencereis, porque tendes força bruta suficiente. Mas não convencereis, porque para convencer é preciso persuadir. E, para persuadir, necessitareis do que não tendes: razão e justiça na vossa luta’. Vale a pena ver o belíssimo filme de Alejandro Amenábar. Mais não seja, porque mostra muito bem Salamanca, a ‘Cidade Dourada’, tão inspiradora.
Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición). Se ha hablado de catalanes y vascos, llamándoles la antiespaña. Pues bien, por la misma razón ellos pueden decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo [Plá y Deniel], catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer. Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no sabéis. Ese sí es mi Imperio, el de la lengua española y no…
Miguel de Unamuno, discurso do ‘Dia da Raça’, na Universidade de Salamanca
Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente. De forma excesiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender.
Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España.